Hermoso bamboleo al voleo de esferas que se masturban de lejos en un tazón volteador, se caen en círculos para sentir el roce de los polos opuestos, entonces el tazón se inclina horrorizado de tanto neón y se hacen el equilibrio cada una en los bordes. Allí perseguidas, se acercan y otra vez se rozan en un chispero succionador y caen a dar vueltas desequilibrando al tazón que se gira en si mismo hasta que se separan y el tazón se detiene por un segundo.
Luego se buscan y otra vez el tazón se vuela, se vuelca, se da vuelta, el mundo se mueve como una esfera y vos y yo como esferas invisibles de rozamiento hasta desmaterializar la materia, el sentido de lo rígido, encontrar los huecos en los cristales, disolver la furia encadenada de los átomos, vos y yo como adversarios en los opuestos, vos y yo hasta creer en lo cóncavo y morir por lo convexo, hasta sentir la esfera con centro en ningún lugar de átomos planetas soles y galaxias, el tazón que gira y es uno mismo.
Es como ver a Dios jugar con las cosas cuando nadie está mirando.