¿Cómo hacés para hablar?
Te sentás a la hora de los pájaros, no una vez, sino trescientas veces. Te sentás y escuchás.
¿Nada más?
Nada más, ojo que es mucho tiempo, trescientas veces.
¿Y después que pasa?
Vas entendiendo de a poco y te van saliendo los sonidos, algunos sonidos, no todos y podés hablar un dialecto de ese lenguaje.
¿Y como vendría a ser, por ejemplo: hola?
Es que en cierta forma no hay palabras, hay sonidos que llevan cosas que no son
sonidos, que se podría decir que son pensamientos, y hay también pensamientos que no son sonidos. Hay cosas que provienen de otros lados, que se podría decir que las trae el viento o el agua, aunque no haya una gota de lluvia ni una mínima brisa.
¿Y eso lo entendiste en trescientos días? ¿Bastante rápido, no?
En realidad hay que escuchar hasta que dejes de escuchar y dejes de entender los sonidos como viniendo de afuera, sos vos mismo el que habla y el que escucha.
¿Y cómo siendo vos mismo no entendés absolutamente perfectamente completamente, todo?
¡Ja!, en este instante, ¿vos entendés todo de vos mismo?
No sé, supongo que sí.
Lo que sí te puedo decir es que es el mismo lenguaje de los delfines, que podés entender lo que ellos dicen.
¿Alguna vez fuiste a practicar con delfines?
No, nunca.
óptimo
ya nada me sorprende en ti...
nada he dicho,
y dentro de la nada
van tus metafisiqueos
tus hondos pensares
lo que pintas y sientes
y hasta lo que callas....
besos