¿Pero por qué no llega? La mesa era de cristal y veía como jugaban mis pies a cruzarse para un lado y para el otro. El bar estaba casi vacío. Los días de semana al mediodía no hay casi movimiento en estos lugares, sólo luz y sombras que entran por los vidrios. Había una obsesión en el lugar por una exagerada transparencia. Algo empezó a sonar, golpeaba sobre la mesa, era una pequeña y redonda mesa transparente que sonaba lento como el tiempo, era mi anillo, era yo.
No voy a decir qué me había pasado antes, ni dónde, ¿quienes son los actores en toda una vida? En este momento, yo, al rito del anillo en la mesa redonda rodeado de mesas redondas. ¿Desea algo más señor? Sí, digo no, disculpe, no nada más por ahora. Se hace larga la espera, dijo el mozo. Yo había apoyado mis labios sobre los nudillos y miraba hacia el costado como la estatua del pensador, no podía responderle porque estaba en cualquier otro lado, caminando por las paredes es el término exacto. Me pasé la mañana esperando llegar al mediodía, ¿hace cuánto que espero?, diez o quince minutos, pero en realidad el tiempo pasa desde la mañana, o sea, hace mucho.
Hasta que es el comienzo de un ritual, otro ritual, los rizos le caen sobre los hombros y ella se sienta enfrente mio, cruza las piernas y cuelga su cartera. ¿Me esperaste mucho? Siglos llevo esperándote, soy un hombre de piedra que se convierte en sal. Noooooo, ¿tanto? Y cómo diez minutos. No te creía tan mentiroso. Y de qué vamos a hablar entonces, si no es de mentiras. No śe, no hablemos. ¿Desea algo señorita? Sí, un agua mineral con gas por favor. Qué las atrocidades del mundo no nos toquen, dije yo. ¿Qué, por qué decís eso? Es algo para desear. Empezá por no tocar atrocidades, ¿cuántas atrocidades tocaste?
Por supuesto, pensé, yo soy el que está obsesionado con transparencias y las transparencias dejan ver todo, lo bello y lo atroz. Ella estaba vestida de oficina con un toque de atrevimiento, una piel mínima que se deja ver en la naciente de los pechos puede ser suficiente como para desear transparencia y ver debajo de la tela, lo atroz y lo bello, lo prohibido. Pero por qué pienso en lo prohibido si ella es mujer y yo soy hombre, ni siquiera es una cuestión de sexos, ella está ahí y yo estoy acá, nada más. Ver es tocar, tocar es ver, le dije, lo que varía son las distancias. Pero lo que importa es el envase, mirá mis pies. Ella se había sacado los zapatos y siguió el ritual. Un rubor me subió por el pecho. En este momento todo lo que existe es el sexo, dijo ella, toda relación es sexual, aún entre padres e hijos. Era una inundación lo que yo tenía, una inundación de calor que apenas me dejó desabrocharme un botón de la camisa. Quizás se suponía que tenía que decir algo, si hubiese habido aire en el universo quizás podría haber emitido un sonido.